Alrededor de una mesa llena de sopaipillas, arrollado huaso, y un rico mate, los miembros del Club de Adultos Mayores de Chacayes, entregaron parte del patrimonio de la zona a través de sus historias, a personal de la Corporación Nacional Forestal, del departamento de Áreas Silvestres Protegidas (ASP); iniciativa que destaca el valor patrimonial que tienen estos vecinos.
Recorrido hacia la maternidad
Cuentan los adultos mayores, que mucho antes de llegar a vivir al sector de Chacayes, o a Coya; muchas familias habitaron la zona de Maitenes, ubicado a 12 kilómetros hacia la cordillera, desde la Reserva Nacional Río de los Cipreses.
Largo trayecto que las mujeres debían andar a caballo hasta la gran casona de la Reserva que hoy administra CONAF. Esta travesía la realizaban en medio de las contracciones y otros síntomas propios del pre parto. Y así, pese a las molestias, muchas generaciones sabían que era la primera instancia de la travesía; ya que una vez que terminaba la cabalgata, debían continuar el resto del tramo a pie, hasta llegar donde la partera que vivía en Coya.
Este era parte de la vida y la maternidad que compartían las generaciones anteriores, las que veían la travesía como parte del proceso y el camino hacia la maternidad, debido a las condiciones básicas en las que vivían en Maitenes.
Un ejemplo de esta vida, es la señora Trinidad, presidenta del club, quien a sus casi 90 años, cuenta cómo un día sábado conoció a quien sería su esposo tan sólo siete días después de conocerse. Con él tuvo quince hijos, de los cuales catorce nacieron en casa con la ayuda de la partera. Hijos sanos, que llegaron a su vida sin ningún tipo de asistencia o equipo médico.
La descendencia transmite estas vivencias, que sin duda para muchos, hoy resulta impensable; gracias a las mejoras en los caminos, la conectividad hacia los centros asistenciales de salud, y otros avances que han permitido que la llegada de nuevos integrantes a los clanes familiares, sea menos sacrificado.
El amor por la tierra
Cuenta Don Emilio, que hace muchos años atrás, a los vecinos de estas comunidades rurales y alejadas, se les daba una cuadra a cada uno para plantar trigo, y otra para la siembra de alimentos. Si eras trabajador, incluso lograbas criar un par de animales para consumo. Y así los hombres podían alimentar a sus familias.
Con sus ojotas y pies rasgados de tanto trabajar la tierra, una vez que cosechaban el trigo, bajaban desde la cordillera al Molino Coke, allí convertían su producto en harina, y las mujeres en pan para alimentar al clan.
Así también pasaba con la cría de ganado, ya que durante el verano salían en duplas hacia el Cajón del Río Cipreses a cuidar ovejas, dejando a las mujeres a cargo de la casa y el cuidado de los hijos. De eso, hoy no queda nada. Ya no hay ovejas, ni pastoreo; tampoco poblados más arriba del área silvestre protegida.
Nobles trabajos, que no sólo les permitían llevar el sustento a sus hogares, sino que también les enseñaba en la práctica a querer la tierra, el trabajo mancomunado, y el fruto que cosechaban a puro esfuerzo. Los adultos mayores reunidos, rememoran con nostalgia, pero todos concuerdan en que esa, era la descripción de una vida feliz.
Don Agustín Reinoso
Entre la conversación y las anécdotas, surgió en la jornada la historia de un hombre fuera de lo común. Atentos los guarda parques de la Reserva y funcionarios de CONAF, escuchaban la narración de las hazañas de Don Agustín Reinoso.
Este personaje, medía más de dos metros según cuentan, y su particularidad es que gracias a que tenía tres costillas más por cada lado, según afirman los del club, es que era poseedor de una fuerza sin igual.
Don Agustín era dueño de una carnicería de Coya, y sin mayor esfuerzo era capaz de levantar a los animales él solo, para colgarlos. Y así otras muestras de su fuerza hizo en su vida, que cuando murió, llegaron los gringos, a pedir su cuerpo para estudiarlo en Estados Unidos, a lo que su familia se negó.
Tras esto, el mito dice que su familia preocupada enterró a Don Agustín en un lugar desconocido para que no se robaran el cuerpo, sin embargo, años más tarde, alguien habría encontrado la tumba, y tras abrirla, descubrió que estaba vacía. Dando a entender que los interesados en él, finalmente lograron robar su cuerpo para la ciencia.
Entre cantos y guitarreo, más agüita caliente que remojaba el mate, y leña que encendía la chimenea, esta jornada que planeó CONAF O´Higgins permitió que los Adultos Mayores del Club de Chacayes, se sintieran Patrimonio Vivo de nuestra región. Ellos son un aporte a la historia de la zona y del país, y la Corporación continúa trabajando en la Reserva Nacional Río de los Cipreses, entendiendo, que sus vecinos y el entorno, enriquecen esta área protegida de Chile.